Geraldo Mendes dos Santos
Instituto Nacional de Pesquisas da Amazônia (INPA)
Sustentabilidad es una palabra clave en todo asunto sobre el uso y preservación del medio ambiente. Su postulado básico es la implementación de un tipo de desarrollo en el que las tasas de exploración no traspasen la capacidad de soporte y regeneración de los recursos. Esto es, los bienes naturales deben ser usados con responsabilidad y parsimonia, asegurando que las futuras generaciones también puedan hacer uso de ellos.
La sustentabilidad encierra una premisa interesante, que es la compatibilización del crecimiento económico con la preservación ambiental y distribución equitativa de la renta, mientras que su gran dilema es transformarse en realidad concreta, tanto a nivel personal como colectivo.
Aunque sustentabilidad presuponga la idea de algo altruista y duradero, continúa predominando el viejo esquema utilitario, bajo la égida de demandas reales o imaginarias y donde la naturaleza es vista simplemente como un baúl de recursos a ser explotados, mucho más en función del presente que del futuro.
Restringido anteriormente a estudios y planes de gestión ambiental, el término sustentabilidad ha sido apropiado por el discurso político, sirviendo comúnmente de retórica y modismo. No es raro que el término sea invocado, de manera equivocada e ilegítima, como justificación de prácticas devastadoras, en beneficio de pocos y perjuicio de muchos.
El desperdicio de los recursos naturales es un hecho común en todo el mundo y tiene causas complejas, pero seguramente deriva de paradigmas socioeconómicos falsos, centrados en la concepción de que el hombre es superior a los demás seres, que el componente de CyT será capaz de superar cualquier tipo de dificultad, que la producción y el consumo no pueden estar limitados a que el mercado sea la principal meta, si no la única, del desarrollo humano.
Defiendo la idea que los presupuestos de la sustentabilidad son inviables y arriesgados, cuando se sigue al pie los dictámenes de la economía, enfocados en el inmediatismo, el consumismo y el lucro fácil. De igual modo, considero incongruente cualquier forma de sustentabilidad que no esté fundamentada en una estructuración social razonable y en la cual los ciudadanos tengan acceso a condiciones mínimas de vida, suficientes para asegurarles alimentación, residencia, educación y la exacta noción de ciudadanía y dignidad. La preservación de los intereses económicos sin respeto a las condiciones ambientales es una burla. La preservación ambiental sin justicia es una farsa.
Para la conquista de la sustentabilidad es indispensable la adopción de enseñanzas básicas de la Bioética, una disciplina fundamentada en las obras de Potter (1971), Naess (1973), Lovelock (1987), Schwarz y Schwarz (1990), Capra (1996), Oliveira (1997) y Boff (1999), entre otros.
A pesar de estar estructurada bajo moldes académicos, la esencia de la Bioética se vincula a la conciencia del individuo. Su andamiaje teórico y el llamado a una vivencia ética y amorosa de todos los seres de la tierra se apoyan en dos principios básicos:
- Toda especie es única y trae en su bagaje genético e histórico soluciones singulares para adaptarse al ambiente y dar curso a la vida. Por eso, tiene derecho a existir, independiente de su abundancia o importancia para el hombre. Atribuir valor a las especies biológicas en base apenas en parámetros económicos es una actitud mezquina y arbitraria.
- La vida se desenvuelve como tramas, de manera sistémica, incluyendo intercambio de materia y energía entre sus diversos elementos. En ese sentido todas las especies y todos los recursos naturales son valiosos e interdependientes.
La Bioética, más que una ciencia, es una conducta cívica y un estado mental, basados en la concientización sobre la importancia del equilibrio entre los intereses ecológicos y económicos, y en la relación fraterna de los hombres con sus semejantes y todos los seres de la tierra.
Para hacer efectiva una sustentabilidad socio-ambiental auténtica y eficaz, sobre todo en los países capitalistas occidentales, se hace necesaria la creación de una nueva cultura civilizatoria, en la que el hombre ya no sea considerado como dueño y centro del universo, sino tan solo una de las más bellas expresiones del poder creativo y del carácter sacro de la vida universal.
Sin una actitud consciente del ciudadano y la existencia de una sociedad más justa y solidaria, la idea de sustentabilidad no pasa de ser una quimera, un discurso vacío o justificación espúrea para la manutención del actual proceso desarrollista, espoliador de la naturaleza, concentrador de la riqueza y globalizador de la miseria.